Sumario: | En la época colonial, la burocracia española fue un dechado de pesadez y lentitud. Los archivos de la Península y de América rebosan (para felicidad de historiadores) de expedientes prolongadísimos, atiborrados de informes, dictámenes, pases y resoluciones que los alargaban interminablemente. Es claro que nuestro sentido del tiempo es muy distinto que en los siglos XVII o XVIII, pero de todas maneras no podemos decir que nuestra propia burocracia no tenga respetables antecedentes en su progenitora hispana. Pero hubo una excepción a mediados del siglo XVIII: un caso en que los burócratas de España y de América actuaron con rapidez, eficiencia y decisión admirables. Lograron conservar el secreto de una medida que debía aplicarse, casi el mismo día, a lo largo y ancho de todas las posesiones españolas en el mundo. Consiguieron que no se filtrara el secreto y que la Orden Real se cumpliera instantánea y resueltamente. En el Río de la Plata, sobre todo, fue un ejemplo de eficacia. Lástima que ese esfuerzo se dedicó a una triste causa: la expulsión de la Compañía de Jesús.
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