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|a El capitalismo global de consumo nos impone una relación de provisionalidad e inmediatez tanto con los objetos materiales como con los sentimientos, con las ideas y con la vida misma; le va en ello su supervivencia. El efecto es contundente: las cosas humanas, materiales o espirituales, pierden entidad, sustancialidad, y devienen objetos de prêt-à-porter, de usar y tirar, de funcionalidad ambigua, de consistencia dudosa. Pues bien, ese es el terreno práctico de enfrentamiento entre marxismo y postmodernismo: dos maneras distintas de vivir la crisis de la modernidad, dos maneras opuestas de afrontar la cuestión del capitalismo y las instituciones políticas y culturales desde unas posiciones ontológicas cercanas en la superficie. Marxismo y postmodernismo se disputan la "muerte de dios"; las dos se debaten en torno a la "muerte del hombre"; las dos se enfrentan a la posibilidad de la comunidad reconciliada, a la pérdida del sentido, al fin de la historia. Con múltiples variantes de sí mismas e hibridaciones complejas y forzadas ambas hegemonizan la escritura de la página más actual de la historia de la filosofía, de la lucha política en filosofía.
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